Dos lecturas recientes, coincidentes en el tiempo y a priori distintas en contenido, la entrevista al alpinista Simone Moro en El País y el artículo del especialista en innovación y RRHH Virgilio Gallardo sobre innovación en www.innovacion.cl, señalan a la actitud de las personas como el principal escollo a salvar cuando se trata de superar miedos, romper inercias y cambiar para avanzar hacia el cambio, el futuro, lo distinto y desconocido. En escenarios bien distintos, la montaña y la empresa, ambos nos están hablando de lo necesario y lo contraproducente para desarrollar la innovación.
Para Moro, la exposición y lo desconocido o misterioso son aspectos que definen el concepto de aventura, pues entiende que la aventura está íntimamente unida a lo que denominamos exploración, algo que tiene lugar con independencia del éxito final.
Moro centra el éxito en el proceso, de ahí su afirmación: “no existe el fracaso en la montaña. Cualquier paso, por pequeño que sea, adentrándote en un terreno natural con el que has soñado es ya en sí un éxito. Si esos pequeños pasos te llevan hasta la cima y a alcanzar tus sueños, entonces todo ello supone un logro aún mayor”.
Sabemos que Moro es un
experto y reconocido alpinista, con grandes logros himaláicos invernales, pero si sus palabras estuvieran en boca de un directivo empresarial inmerso en procesos de innovación, ¿aceptaríamos que “una exploración (de nuevos mercados, modelos organizativos, tecnologías o sistemas de producción, por ejemplo) tiene lugar tanto si es exitosa como si no, ya que explorar algo implica intentar alcanzar una región –física y mentalmente- que hasta entonces estaba inexplorada, por lo que cada paso que se da es ya un éxito?” Posiblemente y si uno es sincero consigo mismo, en este instante muchos deberían estar negando con la cabeza.
Exponerse al riesgo (de cualquier tipo), adentrarse en lo desconocido (superar el miedo), explorar nuevas regiones (internas y externas) y aceptar como éxito un solo paso (celebrar el pequeño avance hacia el objetivo final) es una aventura que pocos aceptan, especialmente en entornos poco propicios al cambio y a la innovación. En la montaña y en la empresa.
En general, las personas y las organizaciones tienden a todo lo contrario, y aquí es donde introduzco a
Virgilio Gallardo, que sobre la actitud necesaria de las personas y las organizaciones para innovar (aventurarse) en entornos poco propicios escribe: “innovar en empresas con culturas poco innovadoras no requiere trabajadores (…), requiere héroes. En estas empresas innovar, además de conocimiento y estrategia, requiere enormes dosis de coraje, pues la innovación a menudo es percibida como deslealtad organizativa y los infractores son castigados en función del grado de complot e injuria. Las culturas no innovadoras no solo dificultan la tarea de los intraemprendedores, sino que no permiten que se desarrollen nuevas ideas ni que estas se conviertan en proyectos.”
Así pues, el innovador (un héroe en entornos involucionistas) es aquel que sale de su zona de confort, rompe inercias, cambia hábitos, desoye a la normalidad (¿mediocridad?), busca donde nadie busca para encontrar lo que tal vez antes nadie buscó, con independencia de encontrarlo o no… Y además contiene grandes dosis de perseverancia, coherencia, paciencia, responsabilidad y visión. Por el contrario, muestra poca disposición para aceptar el ordeno, mando y controlo, un modelo nefasto de falso liderazgo que “elimina la responsabilidad, la iniciativa y muchos aliados básicos de la innovación”.
En este punto, volvemos a centrar el tema en la actitud de las personas. Hemos definido al innovador. Ahora toca definir a quien tiene la capacidad de cultivarlo y hacerlo crecer, aquel “líder organizativo” que es consciente de que el principal freno de la innovación de muchas empresas se llama liderazgo (¡él mismo!). Sin liderazgo transformador la innovación no es posible. Así pues, es el propio líder, con su actitud y aptitud, del que depende en gran medida la capacidad innovadora de su equipo y de su organización. La innovación no se puede imponer, es un proceso que debería impulsarse desde un liderazgo en las antípodas del modelo de ordeno, mando y controlo. Se trata de un modelo capaz de desarrollar la innovación potenciando emociones, ideas y conocimientos de forma colectiva y gestionando el talento de una forma diferente. Lo que Gallardo define como
liderazgo transformador.
Acabo con dos citas más:
– Gallardo: “El arte de reinventarse y aprender consiste en saber destruir los hábitos organizativos que nos esclavizan y crear los hábitos que nos permiten avanzar”.
– Moro: “He confirmado una vez más que el mayor peligro de este planeta está personificado en la figura de los seres humanos, en la gente… Mucho más peligrosos que las avalanchas, las tormentas, los terremotos… El ser humano es el mayor peligro para el propio ser humano.”
Virgilio Gallardo es especialista en innovación empresarial a partir de las personas.
Simone Moro es alpinista de élite y piloto de helicópteros en altura.