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Este vídeo explica mucho más que cómo ganar al sprint en una etapa del Tour de Francia. Explica qué es trabajo en equipo y la estrategia a seguir para alcanzar un objetivo común; reparto de responsabilidades; eficiencia y eficacia; aportación individual al equipo; sacrificio personal en pro del objetivo común y superior; distribución de roles; adaptación al cambio; decisiones rápidas; respuesta ágil; optimización de los recursos y el esfuerzo; logro de objetivos; resultados; triunfo basado en el equipo.

(Aquí para verlo en Facebook HQ)

 

Sevilla tiene un color especial…
La lesión sufrida en septiembre en la Camí de Cavalls Epic Trail de Menorca me ha dejado casi cuatro meses en la cuneta. En este tiempo, natación, algo de bici/spinning y poco más. A día de hoy, la recuperación no es del 100%. Cuando realizo sesiones de carrera  de (para mi) alta intensidad, cojeo durante dos días. Pero poco a poco voy mejorando el dichoso pie.

A 1 de enero dimos comienzo al plan de entrenamiento para el intento de asalto a la distancia Ironman en triatlón, el próximo agosto. Y el 10 de enero corro mi primera media maratón en Sitges, a ritmo lento y muy atento a las sensaciones del pie. Aguanta bien, sin más dolor y secuelas que las “normales”. Hasta esta fecha había salido a correr cuatro días desde septiembre, entre 15 y 20 km. (>> seguir leyendo).

Pasada esta media maratón y siempre que el trabajo y la agenda me lo ha permitido, he seguido los entrenamientos  planificados. En enero he sumado 30.000 metros de natación, 400 km de bicicleta (75% spinning) y 130 km de carrera a pie (75% cinta). En febrero las cifras han caído: una semana con gripe y un pre y post maratón de Sevilla tienen la culpa ;-)). Total: 19.000 metros de natación, 270 km de bici (75% spinning) y sólo 108 km de carrera a pie, incluidos los 42 km de Sevilla (!).
Por otra parte, destacar que tengo la bici nueva desde el 5 de enero y aún no me he hecho a ella. No he tenido ni el tiempo ni las circunstancias climatológicas adecuadas para salir a rodar. Debo llevar poco más de 125 km con ella.
Medallas Maratón Sevilla

En cuanto a la maratón de Sevilla, muy bien hasta el km30 (2h50m), con posibilidades de sub4h, pero a partir del km32 acusé la falta de kilometraje. Puse modo de supervivencia y a la entrada del túnel del Estadio Olímpico de La Cartuja, a 300 metros de la meta, decidí parar y esperar la llegada de Àngels, para cruzar el arco juntos. Detengo el crono en 4h10m y entro en meta 40 minutos más tarde.

 

Seguimos #ROADTOironmanVICHY2016.

Mi segundo triatlón y mi segundo Half. Una natación en el pantano que se me hizo «fácil» y un circuito de bike que me resultó duro de pelar. La segunda vuelta costó. El desnivel y mi falta de experiencia pasaron factura. La carrera a pie fue un trámite en los tramos con público y un desvanecerse en el resto. Con todo, una agradable experiencia.

Trece días después, avión camino de Menorca. Formando equipo con Jordi D, teníamos por delante la vuelta a la isla por equipos de 2, en 3 etapas de 55 km (aprox), y unos 900 m de desnivel positivo por etapa. Primera edición de la Camí de Cavalls Epic Trail. Lamentablemente no pudimos completar ni la primera etapa. Un traspié en el km 3,5 me dejó fuera de combate. Con todo, tiramos hasta el km 28 (tercer control), donde llegamos 40 minutos por debajo del corte horario pero con una incapacidad total para seguir. Decido retirarme, y con ello el equipo. Al día siguiente por la mañana cambiamos los vuelos de vuelta, y esa misma tarde acudo al hospital. Diagnóstico: esguince en el tarso del pie izquierdo. 10 días inmovilizado y después veremos…
Con todo, Camí de Cavalls Epic Trail queda pendiente. Magnífica organización y maravillosos paisajes.
Gracias Jordi D por el espíritu de equipo.

Xavi, ¿me ayudarás a aprender a nadar?
En septiembre de 2014 me puse en manos de Xavi, el entrenador de la piscina a la que acude mi mujer y mi hijo. Xavi aceptó el reto de enseñarme a nadar a los 49 años. ¿Qué hacía que quisiera aprender a nadar a estas alturas de la vida? Lo único que tiene la capacidad de «movernos»: una ilusión.
Hace nueve meses me ilusioné por  practicar un nuevo y desconocido deporte para mí, el triatlón. Siempre me ha ilusionado el descubrimiento, atraído lo desconocido y retado la incertidumbre. Fiel a mi principio de «improbable pero no imposible», finalicé la temporada de carreras de ultradistancia por montaña pensando que el triatlón de larga distancia podría ser un emocionante escenario para próximas experiencias. ¿Sería posible? ¿Podría con ello? Decidí averiguarlo.
Pero había cuatro detalles resolver para transformar la ilusión en la experiencia satisfactoria que perseguía. El triatlón es un deporte que combina natación, ciclismo y carrera a pie en una sola competición, sin descansos intermedios entre una y otra disciplina. De estas tres disciplinas, sólo «dominaba» la carrera a pie, así que dos de estos detalles a resolver eran aprender a nadar y mantenerme sobre una bicicleta.
El tercer detalle era que nunca antes había participado en un triatlón, mi experiencia era cero, por tanto desconocía su reglamento, técnicas, tácticas y estrategias de competición.
El cuarto detalle estaba vinculado al tipo de triatlón que había elegido para mi estreno: uno de Media Distancia o Half Ironman, es decir, con distancias de 1,9 km de natación en mar abierto, 90 km de bicicleta en ruta y 21,1 km de carrera a pie. Podía haber elegido una cualquiera de las distancias menores, pero si quería ser coherente conmigo mismo, la modalidad elegida debía cumplir mi principio «improbable pero no imposible». Por exigencia de las distancias a completar, estaba seguro de que un triatlón de media distancia cumpliría este requisito, que en el fondo implica asumir un alto riesgo de no terminarlo. Sin embargo, distancias inferiores no cumplían el requisito, al igual que no lo hacía la distancia superior, la Ironman. Las primeras por excesivamente probables y la segunda por excesivamente imposible.

Así pues, la cosa estaba clara… Descubrí el mundo del triatlón exigiéndome aprender nuevas disciplinas deportivas y preparándome para enfrentarme a unas distancias bastante respetables. Todo ello hacía que en ese momento la balanza se decantara del lado de lo imposible.
Convencido de intentarlo, ahora sólo había que decidir dónde y cuándo.

Un verdadero embarazo
Nueve meses de aprendizajes, de dudas, de miedos, de descubrimientos, de lecturas, de escuchas atentas, de preguntas en busca de respuestas a veces imposibles, de practicar y practicar, de equivocarme y equivocarme, de intentarlo y volver a intentarlo… Nueve meses de incertidumbre trabajando fuera de «mi medio natural y zona de confort», las montañas y los Ultratrails… Nueve meses esperando y al mismo tiempo temiendo que llegara el día…
A lo largo de este aprendizaje, porque llamarlo entrenamiento sería dejar de lado lo más importante, he compartido muchas horas con Ángels, compañera de viaje en la vida y triatleta, y otras tantas con Miguel Ángel, amigo y también triatleta. Dos «ángeles de la guarda» (que coincidencia de nombres…) que también decidieron enfrentarse a su primer triatlón de media distancia. A pesar de su experiencia en distancias Sprint (750 m, 20 km y 5 km) y Olímpico (1,5 km, 40 km, 10 km), las de la Half significaban para ambos un reto mayúsculo, un nuevo límite a superar. Así pues, aunque fuera desde puntos de partida diferentes, los tres compartíamos una misma ilusión a la que en su día pusimos nombre y fecha: CHALLENGE SALOU HALF TRIATLÓN, 31 de mayo 2015.

Aprendiz de triatleta
Van pasando las semanas. Cada día aprendo algo nuevo. Cada día me doy más cuenta de cuánto me queda por aprender. Atiendo los consejos de Xavi en la piscina. Soy lento, muy lento. No avanzo, me pesan las piernas, no sé respirar, me agoto, no puedo seguir ni los ritmos ni el volumen de trabajo de mis compañeros de entrenamiento. Muchas dudas. Pero no hay marcha atrás.
Con la excusa de los Reyes Magos, en enero de 2015 me regalo una bicicleta. Es la primera bicicleta de carretera que tengo en mi vida y también la primera vez que montaré en una. Me calzo las zapatillas con calas y los pedales automáticos. Voy tres veces al suelo sin ni siquiera salir del parking. Esa noche soñé que caía de la bici en la primera rotonda que hay al final de la calle donde vivo y que el coche que circulaba por detrás me atropellaba…
¿Algún tendrás que salir a nadar al mar, no? Pues hala, vamos. Me visto por primera vez con un traje de neopreno. Me adentro en el mar sabiendo que a los pocos metros no tocaré pie en el suelo y que mis ángeles de la guarda me llevarán mar adentro hasta un punto indefinido en el horizonte en el que decidirán virar y nadar paralelos a la costa. Antes de la celebración del triatlón habré hecho un total de tres salidas a mar abierto. Por suerte y aunque cuando pasó no lo sabía, cada una de estas salidas fue con peor estado de la mar que la anterior, lo que hizo más fácil el día de la competición, con una mar muy calmada. Pude comprobar que no me mareaba, no entraba en pánico, no me preocupaba excesivamente con qué podía encontrarme en el agua… Aquellas tres salidas me dieron el mínimo de seguridad que necesitaba para enfrentarse a este medio tan antinatural para mí.Primeras salidas en bicicleta. Miedo espantoso a los coches. Miedo espantoso a las subidas. Miedo espantoso a las curvas. Miedo espantoso a las bajadas. Diferentes salidas con diferentes personas me dotaron del mínimo de confianza. Poco a poco… Un mes y medio antes de la competición decido finamente utilizar los pedales automáticos. En ningún caso he pedaleado rodeado de un gran grupo, siempre en pequeño comité, con únicamente uno o dos ciclistas al mi alrededor. Me planto en la línea de salida de la Half con unos 500 kilómetros de experiencia sobre la bici. Cuando termine, si termino, sumaré 590. ¡Miseria!

A todo esto, el entrenamiento de la carrera a pie queda un poco olvidado. No tengo mucho tiempo para dedicarme. Confío que algo quedará del entrenamiento realizado para la maratón de Barcelona, del mes de marzo.
Las últimas semanas, con Ángels, intensificamos el entrenamiento mezclando disciplinas. Nadar y correr. Correr y pedalear. Pedalear y nadar. Un domingo, con Àngels, incluso llegamos a montar un triatlón de distancia olímpica privado, a nuestro aire, para experimentar las sensaciones que tendríamos en competición en el inicio de las transiciones de una disciplina a otra. Esta experiencia de la transición no me pareció tan dramática como muchas veces la pintan. Es cuestión de conocer la reacción de tendrá en la mecánica de funcionamiento de tu cuerpo, y gestionarla en el tiempo y en el esfuerzo.
A una semana vista, reducimos al mínimo la carga de trabajo. Lo que teníamos que hacer y hasta dónde podíamos hacer, está hecho. Ahora sí que lo que sea será.

El momento del parto
31 de mayo. Desayuno potente. Ando dirección a la playa junto a Ángels y Marta, amiga de Berga que también participa. Veo por primera vez las boyas que marcan el circuito de natación. La primera boya, la que nos dirige hacia dentro, no me parece lejana. Recorro con la mirada la línea paralela a la costa que dibujan las otras boyas y tampoco me parecen una distancia que me acongoje. Nunca he nadado 1.900 metros seguidos, ni en la piscina ni en mar abierto. Hoy será el día. El mar está en calma, presenta las mejores condiciones que cualquiera de las tres veces anteriores en que me he metido en él durante estos meses. Igual incluso me gustará, pienso.

A las 07:00 dan la salida a los profesionales. A las 07:10 salen las féminas. Allí están el Ángels y Marta, junto a otras 80 valientes triatletas. Paseo por la playa y me pregunto dónde estarán ya los PRO. Miro al mar y, sorpresa, alguno de ellos aún no ha llegado a la primera boya. Esto me hace ver la realidad: la primera boya no está tan cerca como me ha parecido! Tranquilo. Me pongo en modo «estoy viendo un documental y eso no va conmigo».
A las 07:35 toma la salida Miguel Ángel. A las 7:50 me toca el turno. Me coloco detrás, entre los últimos. Quiero evitar empujones, golpes, arañazos y otras incidencias que acontecen durante la natación en grupo (que por cierto, ¡tampoco nunca he experimentado!). Con todo, no puedo evitar dar y recibir unos cuantos manotazos, chocar de cuerpos e incluso una mano que agarra mi pie izquierdo. ¡Que no cunda el pánico! ¡Concentración!
Cuando estoy llegando a la última boya del horizonte, antes del segundo giro, veo una piragua que se acerca y me grita «Esta no es la boya, es aquella». Acabo de regalarme unos metros extras nadando dirección Mallorca. ¡Pero no soy yo solo! Supongo que estoy en el grupo de los torpes.
Una brazada, otra brazada, otra, otra … ¡Veo el fondo del mar! ¡Cada vez más cerca de mis manos! Cuando mis dedos tocan la arena dejo de nadar y me incorporo. ¡Primer segmento superado! Salgo del agua al trote, pero sin prisa. No voy a ganar nada ni a nadie. Llego a la zona de transición y me lo tomo con mucha parsimonia. Consumo siete minutos en disfrutar lo que he hecho, sacarme el neopreno, secarme los pies, calzar calcetines y zapatillas, colocarme el casco y las gafas de sol, colgarme el dorsal, beber agua, tragarme un gel y… Camino de recoger la bici… ¡un WC! Me desvisto casi por completo (es lo que tiene utilizar según qué modelos de tritraje) y libero la vejiga.
Ahora, a concentrarse en no caer de la bici. Tengo 90 km por delante. Será mi récord. Un día hice 80 km… Voy haciendo, a mi ritmo, en solitario. Las salidas escalonadas tienen de bueno que no forman aglomeraciones, pero si sales en las últimas tandas como me ha tocado a mí, te encuentras que tienes a todo el mundo por delante y a muy pocos o nadie a tu alrededor. No me importa, ¡menos peligro para mí y para el demás!

Un día, en un rodaje de entrenamiento, me entretuve simulando recoger un bidón de agua a mi llegada a un avituallamiento, para evitar así tener que frenar y parar la bicicleta cuando fuera el momento real. Separaba mi mano derecha del manillar y la extendía. Así, varias veces. De hecho, beber en marcha tampoco lo había hecho muchas veces anteriormente, tal vez cinco o seis, también practicando. Al acercarme al punto km 22, donde estaba situado el primer avituallamiento, visualicé una y otra vez los movimientos que había entrenado con mi mano derecha para recoger el bidón. ¡Sorpresa! El avituallamiento estaba situado en el lado izquierdo. Reí al tiempo que por primera vez en la vida soltaba la mano izquierda del manillar. Ni caí yo, ni me cayó el bidón, ni ninguno de los voluntarios del avituallamiento temió por su integridad física a mi paso.
En el km 55 aproximadamente me encontré a Ángels parada en el arcén, junto a un policía y su motocicleta. Hacía unos 25 o 30 minutos que nos habíamos cruzado en la autovía de doble sentido por la que circulábamos. Al llegar a su altura me paro y pregunto. Ha pinchado la rueda trasera y el policía se ha brindado a ayudarla. Veo que llevan la cosa avanzada y planteo la posibilidad de seguir adelante, pero una simple mirada me hace entender que no es la mejor opción. Me pongo manos a la obra. El policía no es muy hábil en eso de cambiar ruedas. Nosotros aún menos. Siete días antes, nuestro amigo Moi nos había enseñado cómo hacerlo.

Cuando tenemos la rueda montada, procedemos a hinchar. Llevamos unas pequeñas bombonas de aire comprimido. El policía mira el dispositivo. Mira la válvula del neumático y sentencia «aquí falta algo». Efectivamente, el adaptador, una pieza que no llevamos y sin la cual es imposible inyectar el aire (¡novatos!).
Esperamos que pase otro participante. Le hago señales para que se detenga. Lo hace y le pido si nos puede dejar la mancha que lleva acoplada al cuadro de la bici. Amablemente nos la cede. Pero no funciona. Paro a otro participante, Giovanni, que nos deja la suya y sigue la carrera. Esta sí que funciona. Hinchamos y nos ponemos en marcha. Prácticamente, cerramos el segmento bici. No somos los últimos pero casi.
Acompaño a Àngels durante los 35 km que restan hasta Salou. Solos en la autovía. Parece una peli de miedo. La humanidad ha sido erradicada por los extraterrestres, que nos han invadido. Somos supervivientes. Solos en el planeta, no dudamos a parar, desnudarnos (no por gusto, es que la ropa obliga) y tomarnos nuestro tiempo para un placentero y solitario pis.
Llegamos a Salou, recorremos algunas de sus calles y encaramos la recta final de bici. Allí está el buen amigo y compañero Carlos, animando con palmas y gritos.
Descalzamos las zapatillas de bici y calzamos las de correr. Fuera casco y bienvenida gorra. Crema solar. El sol pega fuerte y el calor nos hará cuesta arriba los llanos 21,1 km que ahora tenemos por delante. Salgo con Àngels y hacemos los primeros tres kilómetros juntos. Poco a poco nos vamos distanciando el uno del otro. Ella va cogiendo su ritmo y yo el mío. Nos separamos. Me siento pletórico. Los últimos cinco kilómetros me cuestan. Hay una recta que se hace eterna, sin sombra, sin público, sin más vida que los pensamientos propios y la voluntad de llegar a meta.

Finalmente cruzo la línea de llegada. Respiro profundamente. Descanso unos minutos. Busco a Miguel Ángel. No lo veo por allí. Sé que ha terminado porque nos hemos cruzado dos o tres veces en el circuito de carrera atlética, y la última vez encaraba ya la meta.
Me siento muy bien. He disfrutado mucho. La experiencia me ha gustado… Pero para que sea completa falta algo. Falta que Àngels también cruce la línea de meta. Hago el recorrido de la carrera al revés. No debe andar muy lejos. Voy haciendo a un trote lento. A un kilómetro de la meta la veo, acompañada de Carlos. Me sumo a ellos y hacemos juntos estos últimos cientos de metros. Sé cuánto le ha costado y cuánto ha tenido que sufrir para alcanzar esta meta, sin duda una de las más exigentes de su carrera deportiva, por no decir la que más. ¡Impresionante!

¿Un nuevo embarazo?
Superé el segmento natación, lo que más temía, sin más problemas que el cansancio. Superé los 90 kilómetros en bici, el avituallamiento en marcha, el cambio de cámara tras el pinchazo y el adormecimiento de los dedos del pie izquierdo. Superé el calor del sol, las irritaciones provocadas por el roce durante la carrera y el hecho desmoralizador de saber que iba de los últimos cuando en otras circunstancias no hubiera sido necesariamente así (de hecho fui el último de los 31 participantes de mi categoría V2, los mayores, que lograron cruzar la línea de meta).
Total, que sí, que antes de finalizar la carrera a pie ya sabía que estaba nuevamente embarazado. Me ilusioné de nuevo. La criatura tiene nombre, fecha y lugar de nacimiento. Consumado mi estreno en triatlón y después de haberlo hecho directamente en Media Distancia, decidí que IRONMAN BARCELONA 2016 es «improbable pero no imposible». Así que en septiembre empezaré a aprender todo lo que necesito para jugar en esta liga superior del triatlón (3,9 km, 180 km, 42,2 km).

Agradecimientos
Desde septiembre pasado hasta el mismo día de la prueba, han sido muchas las personas que de una manera u otra han tenido que ver en convertir la la ilusión en una experiencia gratificante que me llevará a otras. Personas que durante este tiempo nos han regalado desde inspiración hasta consejos técnicos, desde motivación hasta experiencias personales, desde admiración hasta acompañamiento. A todas ellas, gracias: grupo «soparet», con Montse, Marta, Berta, Iris, Betlem, Jordi, Marc y especialmente Xavi y Moi… Grupo «trieliteultracraks», con Lluís, Xavi y Pep. Grupo del CAM, muy especialmente a Carlos.
Por último, no puedo cerrar esta crónica sin agradecer a Àngels y Miguel Ángel su infinita paciencia conmigo.
Aquí puedes leer la crónica que nos regaló Miguel Ángel días después de finalizar la Challenge Salou Half Triatlón 

Aquí versión REVISTA CASTELLANO
Aquí versió REVISTA CATALÀ

 

Este 2015 no habrá Ultra Trail del Montblanc para mi. Presentadas las credenciales a la pre-inscripción (es necesario acreditar una serie de puntos obtenidos en carreras clasificatorias), esperé a la suerte. Más de 14.000 preinscritos de todo el mundo para poco más de 2.000 plazas. El sorteo decidió que este agosto no estaré en la salida del emblemático UTMB y sus 166 kilómetros por los Alpes. Esperaré mejor suerte para la edición 2016.
Para celebrar mi 50 aniversario (1965), el segundo objetivo deportivo que me marqué fue mi entrada en el mundo del triatlón. Lo haré compitiendo directamente en la categoría Half (1.9 km natación en mar abierto; 90 km bicicleta en carretera; 21 km corriendo).
El reto es interesante, puesto que me exige aprender nuevas disciplinas (natación y ciclismo), experimentar nuevas sensaciones (salgo de mi zona de confort de la ultradistancia por montaña), y superar ciertos miedos (soy de los que se ahogan nadando y ven la bicicleta como un terrible ingenio rodante capaz de descabalgarte al mínimo descuido). Finalmente, también supone enfrentarme, una vez más, a mi claim motivacional favorito: «un reto improbable pero no imposible», pues sin experiencias previas en triatlón salto directamente a la categoría Half, con distancias que cumplen este requisito motivacional. Cualquier categoría inferior, con distancias inferiores, no me despierta la misma motivación. ¿Podré?

Calendario deportivo 2015
El UTMB determinaba todo el calendario. Desde enero hasta finales de agosto, fecha de su celebración, todo tenía que planificarse en función de ese objetivo. Prácticamente todas las actividades deportivas debían enfocarse como un entrenamiento para el UTMB. También determinaba mi participación o no en otras competiciones, entre ellas mi primer triatlón. Conocido el resultado del sorteo y que no estaré en la línea de salida de Chamonix (¡este año!), estos serán los principales itos de mi temporada deportiva (lesiones mediante):
Dicho está, como debe ser, por escrito. Compromiso con uno mismo, Motivación máxima. Voluntad, aprendizaje, esfuerzo. Ganas, sueños, retos. ¡Gas!
La mente es débil
Después de 21 horas en las que recorrí 92 kilómetros y superé los 10.000 metros de desnivel, falló el músculo más necesario de todos para acabar una prueba tan exigente como la Volta Cerdanya Ultrafons, de 214 km y 20.000 metros de desnivel. Sin excusas: ha fallado la mente.
Aunque todo suma (o en este caso tal vez sería más adecuado decir aunque todo resta), las altas temperaturas del viernes (hasta 32 grados) no pudieron conmigo. Tampoco las largas y silenciosas horas en solitario, ni los kilómetros, ni los desniveles, ni la noche… Pudo conmigo una larga bajada de más de una hora por terreno rocoso, a las cuatro de la madrugada, después de 90 km recorridos, que me hizo pensar más de la cuenta y fue minando mi decisión de llegar a la meta. La mente, mi mente, fue débil y sucumbió a la sugerente tentación de la retirada a mitad de recorrido.
24 horas más tarde, el domingo por la mañana, salí a correr de nuevo por la montaña. Ningún dolor ni sensación de agotamiento físico más allá del normal después del esfuerzo realizado. Sólo rasguños, escoceduras y otros recuerdos estéticos de la batalla librada. Físicamente ningún problema relevante. Estoy bien. Sin embargo… Mi mente no está bien, sigue dolorida.
He empezado la recuperación, la puesta en forma de este músculo escondido capaz de hablarnos para decantar la balanza hacia un lado u otro: he pedido a la organización que me inscriban en la edición 2015 de la Volta Cerdanya Ultrafons 214 km.
Muchas gracias a todas y todos los que me enviasteis muestras de apoyo para superar el reto. Esto sí que suma, y mucho.
Seguimos.
 

Nuestra octava maratón en poco más de tres años, y nuestra tercera participación en la de nuestra ciudad, Barcelona. Este año mi compañera me ha convencido para que sea su liebre en su objetivo de bajar de las 4 horas 30 minutos. Acepto encantado porque convertiré la carrera en un rodaje largo de preparación para mi próximo ultra trail, dentro de tres semanas. Junto a otros 18.000 corredores, cruzamos la línea de salida bajo un atronador “Big Jack”, de AC/DC. El cielo está despejado y la previsión es de calor, uno de los peores enemigos del maratoniano. Hasta la media maratón, km21, estamos dentro de los tiempos de paso previstos. Incluso vamos tres minutos por debajo. Todo apunta a que esta vez logrará cumplir su objetivo.
Hidratación cada cinco kilómetros, un gel energético en el 20, otro en el 30 –seguimos dentro del tiempo previsto-, pasamos el 35 y ¡sólo quedan 7 hasta la meta! Pero justo entonces… empiezan los problemas. La temperatura se dispara. Calor. Me giro, miro su cara y detecto que empieza a sufrir. ¡No es posible! Es verdad que no ha seguido un entrenamiento específico para esta maratón, pero ha llegado fuerte y muy mentalizada. Ha mantenido el ritmo correcto, sin ir por encima de sus posibilidades, y no se ha saltado ningún avituallamiento. Son esos grados de más, que han aumentado la sensación de calor y ahogo, sumados al esfuerzo realizado y cansancio acumulado, los que empiezan a pasarle factura mermando su capacidad y resistencia. Para ella, ahora empieza la verdadera carrera. Como cualquier otro corredor de fondo experimentado, sabe que la maratón empieza en algún punto entre el kilómetro 30 y el 35. Aquí y ahora es donde empieza todo, donde da comienzo la lucha contra el desfallecimiento, el vacío interior y el abandono de las fuerzas. En su mente se está librando una dura batalla contra la vocecita interior que le insiste una y otra vez en que es mejor abandonar. Esa vocecita que ella trata de acallar le repite una y otra vez “qué estás haciendo…, por qué lo haces…, deja de sufrir…, queda demasiado para llegar…, no lo lograrás…, mejor que pares…, ¡detente!, ¡abandona!”. Ella está librando la batalla contra el famoso muro. Lo hará durante seis eternos kilómetros, en un calvario cuyo sufrimiento voluntario es imposible de explicar y mucho menos de entender. Sólo al cruzar la meta tendrá su recompensa, que igualmente es imposible de explicar y de entender. No ha logrado alcanzar su objetivo de crono, pero ha logrado algo mucho más grande: vencer. Sin mediar palabra, llega a la zona de medallas, insinúa una sonrisa y dirige sus pasos y pensamientos hacia la siguiente maratón. Es una maratoniana. Ella es una de las miles de atletas populares que se atrevieron a correr contra sí mismas y ganaron. Y este es un pequeño homenaje a ella y a todas las que como ella vencieron. Porque en las maratones sólo hay vencedores: las que se atrevieron a intentarlo y las que además lograron alcanzar la línea de meta.

Los Ultra Trails o carreras de ultrafondo a pie en un entorno natural empiezan a partir de la distancia Trail (42 km). La International Trail Running Association (ITRA) las clasifica en función del kilometraje: Ultra M (entre 42 y 69 km),Ultra L (entre 70 y 99 km) y Ultra XL (100 km o más). Nombres como Ultra Cavalls del Vent, Transvulcania, Gran Trail de Peñalara o Ehunmilak son algunas de las más conocidas del calendario nacional. El Ultra Trail du Mont Blanc (UTMB) es la “ultra” por excelencia, la más famosa de Europa y una de las más exigentes del mundo. Todas ellas proponen rutas de distancia igual o superior a los 100 kilómetros y desniveles que se cuentan por miles de metros. Contrariamente a lo que puede parecer, los Ultra Trails no son carreras exclusivas para superhombres.
Prueba de ello es que soy corredor de Ultra Trails y nada tengo que ver con los superhombres. Tampoco son pruebas destinadas a gente “un poco loca”. Nada más lejos de la realidad. Cualquier prueba “ultra” supone asumir la existencia de factores y riesgos de diversa índole que hay que valorar, gestionar y resolver antes, durante y después de la competición. Las “ultras” exigen el máximo al cuerpo y a la mente, poniendo en juego nuestra salud, integridad física y, en casos extremos, incluso la vida del corredor. Eso sí, todos los amantes de esta disciplina coincidimos en afirmar que se trata de una experiencia increíble por todo lo que nos reporta, que es mucho y tal vez motivo de un próximo artículo.
Para ponernos en situación, los corredores de élite –el más renombrado en estas latitudes es Kilian Jornet- invierten alrededor de diez horas en un recorrido para el que los corredores del montón invertimos veinte o más. Por poner un ejemplo, los 100 km y 13.000 metros de desnivel total acumulado de la pasada edición de la Ultra Cavalls del Vent ocuparon a Luis Alberto Hernando, primer clasificado masculino, 10h27m. El último clasificado cruzó la línea de llegada en 27h41m, a tan solo diecinueve minutos del cierre de la carrera.
En las distancias ultra, el simple hecho de cruzar la meta es todo un éxito: de los 1.050 corredores que tomaron la salida en Ultra Cavalls del Vent 2013, solo 626 completaron el recorrido. Así pues, menos del 60 por ciento de los atletas alcanzó su objetivo de convertirse en “finishers”. ¿Cómo lo consiguieron? Las claves pueden ser muchas, tantas como “finishers”, pero en un intento de compendiar las fundamentales, se me ocurren las siguientes.

1.- Elige bien tu la carrera.Antes de llegar al “mundo ultra” sería lógico haber seguido una cierta progresión. Esta se inicia con carreras de distancia trail. El siguiente paso nos llevaría a las distancias ultra, siguiendo la progresión M, L y, finalmente, XL. Cada atleta encontrará su distancia justa, aquella en la que disfruta, que no necesariamente será la XL. La distancia y los desniveles ponen a cada uno en su sitio y centran los objetivos a través de la experiencia y las sensaciones percibidas. Por si sirve de inspiración, una de las condiciones que debe cumplir una carrera para despertar mi interés es que debo considerarla un reto improbable pero no imposible. Dicho de otro modo, que mis posibilidades de acabar todo el recorrido dentro del tiempo máximo otorgado por la organización sean del 51%. En el otro extremo, si las probabilidades son del 100%, la cosa ya no me motiva tanto.

2.- Entrena el cuerpo y sobre todo la mente.Acabar una “ultra” es más cuestión de mente que de cuerpo. El entrenamiento mental es tan necesario como el físico. Si no se producen lesiones o caídas durante la carrera y la preparación física ha sido adecuada al reto, lo que definitivamente nos convertirá en finishers será nuestra capacidad de superar los bajones mentales que se producirán, ineludiblemente, a lo largo de las horas. En esos momentos, cuando lo fácil es tirar la toalla y abandonar, seguir adelante dependerá de nuestra capacidad de automotivarnos, de perseverar en el objetivo, del positivismo con que enfoquemos el momento presente y el futuro inmediato, y de mil y un recursos más, como escuchar una determinada música o elegir la compañía de otro corredor. Tanto es así, que algunos de los mejores entrenamientos que hacemos los “ultras” son aquellos que se encargan de doblegar la mente, como por ejemplo salir a correr cuando no apetece o no estamos motivados para hacerlo porque hace frío, llueve, es de noche o no tenemos compañero con quien compartir entrenamiento. Acostumbrarnos a desoír esa voz interior que nos susurra seguir en el sofá es lo que más tarde, durante la carrera, nos ayudará a seguir adelante. Porque durante la carrera tendremos momentos críticos en los que aparecerá la vocecita. Haber aprendido a desobedecerla marcará la diferencia entre dar un paso más o abandonar.

3.- Establece una estrategia.En mi caso, la carrera se divide en pequeños objetivos. Cada control de paso, punto de vida o avituallamiento es uno de ellos. Mi única preocupación es llegar al siguiente lo antes posible con el mínimo desgaste. La meta es el gran objetivo, pero no se alcanza sin antes superar los subobjetivos. En el caso de carreras muy largas, de más de 100 km, divido la carrera en tramos de menor kilometraje a modo de submetas, transformando lo aparentemente inasequible en asequible. Una vez alcanzada cada submeta valoro mi estado y lo que necesito para seguir hasta la siguiente submeta (líquidos, sólidos, curas…).


4.- Estudia la carrera.La ventaja de saber a lo que te enfrentas permite prever y planificar acciones y tomar decisiones en función de lo que tienes delante. En este sentido, es importante atender a la información técnica que ofrecen los organizadores: altimetría, topografía, puntos de control, puntos de descanso… Un “viaje” por la ruta a vista de pájaro con Google Earth ayuda mucho, aunque nada mejor que pisar el terreno durante los días previos a la competición. Todo esto nos ayudará a gestionar nuestras fuerzas, administrar la ingesta de alimentos, líquidos y suplementos (geles, barritas energéticas…) o decidir qué equipamiento necesitaremos llevar encima en todo momento.

5.- Elige bien la compañía.Muchas veces participamos en equipo. Otras veces solos, aunque acabaremos compartiendo kilómetros y horas con este o aquel corredor, que alcanzamos o nos alcanza. En cualquiera de los dos casos, elegir bien al compañero o compañeros de viaje es fundamental para lograr el objetivo de cruzar la meta. Hay personas que suman y otras que restan capacidades al equipo. Las primeras apuntan hacia adelante con optimismo y cuesta que se rindan; las segundas lo hacen con pesimismo y suelen rendirse a la primera de cambio. Acabar depende sólo de uno mismo y sus circunstancias… Entre esas circunstancias está el carácter de tu compañero.

6.- No viene de cinco minutos. Si no eres de los que aspiran a pódium ni eres un tipo súper competitivo, entenderás que, en general, en el mundo “ultra” no existan los segundos ni los minutos. Hablamos de horas y cuartos de hora. A lo sumo redondeamos de cinco en cinco los minutos. El reto no es otro que aguantar y llegar dentro del tiempo máximo que indica la organización. Si se hace con un crono u otro es secundario para la mayoría de participantes, porque esa inmensa mayoría tiene como ambicioso objetivo el simple hecho de cruzar la meta. Eso no quita que lo intentemos en el menor tiempo posible, pero anteponiendo el “objetivo supremo” de acabar. Son muchos los que anteponen el crono, algo muy respetable pero tal vez poco práctico en vista del volumen de lesiones por roturas musculares o caídas accidentales que provoca este planteamiento . Pero para gustos no hay nada escrito.


7.- Escucha a tu cuerpo.Antes decíamos que hay que desoír los susurros de la mente. Con el cuerpo es muy sano hacer todo lo contrario: escucharlo atentamente y hacerle caso. Cualquier pequeña molestia acaba convirtiéndose en motivo de un potencial de abandono. Desde una simple piedrecita en el interior de la zapatilla hasta un ligero dolor muscular, desde el roce de la camiseta en los pezones hasta una mala protección solar sobre la piel, desde la sensación de sed hasta la sensación de frío… El cuerpo siempre avisa antes de “romperse”. Si atendemos al aviso, casi siempre podremos poner remedio y retomar la marcha. Hipotermias, golpes de calor, lesiones musculares o “pájaras” son algunos ejemplos resultantes de desoír lo que nos dice el cuerpo. En todos estos casos, como en otros, las consecuencias pueden ser nefastas e incluso funestas.

8.- Come, bebe, descansa, duerme.Cada uno sabe qué, cuándo, cuánto y cómo debe nutrirse, hidratarse y recuperarse. O al menos debería saberlo quien se enfrenta a una “ultra”. Entre otras cosas, porque es imprescindible para que el cuerpo y la mente resistan. Comer, beber y descansar, incluso dormir, forman parte de la estrategia de carrera, por eso hay que planificarlo antes del inicio y cumplir el plan a rajatabla. Hay muchas teorías de cómo hacerlo, pero cada maestrillo tiene su librillo: comer cada hora u hora y media, hidratarse cada veinte minutos, dormir unas horas o unos minutos (en distancias superiores a 150 km es normal e incluso necesario hacerlo para los “ultras” normales), etc. El qué cada cual debe experimentarlo previamente. Hay quien tira de pequeños bocadillos de crema de cacao, o de fruta, o de geles y barritas energéticas, de bebidas isotónicas, de bebidas de alto contenido en azúcares… Generalmente utilizamos una mezcla de todo lo anterior y más que nos reponga todos los nutrientes, sales, azúcares y minerales que vamos perdiendo. Importante no experimentar con ningún producto (sólido o líquido) el mismo día de la competición. Hay que haberlo probado antes en condiciones similares de uso para saber si nos sienta bien o no. Las pruebas el mismo día de la carrera suelen pagarse con mareos, vómitos, descomposición y retirada. Punto y aparte son los premios. Sí, pequeños caprichos en forma de caramelos, chocolatinas o cualquier otro producto alimenticio cuya función no es tanto alimentar el cuerpo como el de alimentar la mente. Saber que en el siguiente control o avituallamiento te vas a “premiar” con aquello que tanto te gusta es un aliciente para llegar al punto y un revitalizador para salir contento hacia el siguiente.

9.- Diviértete mientras sufres.Parece mentira que alguien pueda disfrutar subiendo y bajando montañas a ritmo durante 10, 15, 20 o 56 horas. Pero es así, si no, no lo haríamos. ¿Sufrimos? Por supuesto. Un famoso corredor americano afirma que a lo largo de las horas, en este tipo de pruebas se muere varias veces y se resucita otras tantas. De hecho, se resucita siempre una más que se muere… Forma parte del juego saber que vas “a morir” una y otra vez, pero al mismo tiempo tener la certeza de que es una muerte pasajera y que “resucitarás” si aguantas. A lo largo de las horas te preguntas una y otra vez qué estás haciendo, porqué lo estás haciendo, quién te manda a ti meterte en esto… Te duele esto y aquello… Estás muerto de frío cuando hace unas horas andabas agobiado de calor… En fin, que vives en una agonía permanente, pero has aprendido a resistirla y a superarla.

10.- No pienses mucho: siente y emociónate.Las “ultras” son una de esas actividades que aparentemente ni tienen explicación lógica practicarlas, ni tampoco son fáciles de explicar. De hecho, personalmente he desistido de explicar el porqué a según quien. Forman parte de esas experiencias que hay que vivirlas para entenderlas… Y sin pensarlas demasiado… O no las haríamos. Simplemente hay que prepararse. ¡Ah, y dar el primer paso! Esto último es lo único verdaderamente imprescindible para cruzar la línea de meta.

Gracias por leerme.

Estos días se cumplen siete años. Fue el 2 de diciembre cuando mi amigo Andreu Mateu, a remo y en solitario, partió de La Gomera rumbo a Isla de la Martinica en un pequeño bote de siete metros de eslora. Después de 90 días cruzando el Atlántico, pisó tierra firme. Pocos meses antes de su partida, en plena preparación del proyecto, Andreu y yo nos conocimos casualmente. Enseguida acepté su invitación a participar en “Con un par de remos”, título con el que había bautizado su cruce del Atlántico.


Colaboré con él desde mi especialidad, la dirección de la comunicación y la redacción de contenidos, con el objetivo de despertar las mentes y acelerar los corazones de los seguidores de una aventura que por si misma tenía la capacidad de hacerlo. Sólo había que estructurarlo, enfocar los mensajes, darle forma, tono y estilo.
“Con un par de remos” ha sido uno de los proyectos más apasionantes en los que he participado. Tanto que me atrevo a decir que marcó un antes y un después en mi enfoque profesional y también personal. Aunque tal vez sería más correcto decir que fue Andreu quien lo marcó.
Recuerdo muy bien la sorpresa que me causó conocer el proyecto y a su protagonista. También cómo fuimos desarrollando y plasmando sus tres ideas-fuerza: todos podemos más de lo que pensamos, no busques el músculo en mi brazo, búscalo en mi mente, y persigue tus sueños.
Más tarde, durante las horas que pasamos solos en La Martinica, en lo que podríamos denominar su proceso de “reconexión” al mundo después de tres meses fuera de él, descubrí al Andreu más íntimo. Allí, yendo y viendo por la isla para gestionar la vuelta de la embarcación a España, tuve la fortuna de participar de sus reflexiones, entablar con él profundas conversaciones y empezar a soñar futuros proyectos.
Por todo ello, y sobre todo por seguir compartiendo ideas, proyectos y reflexiones con Andreu, siete años después y como hice en 2009 con él y unos amigos, me apetece celebrar el aniversario de “Con un par de remos”. Esta vez con todo el mundo.
Feliz aniversario y a seguir remando por la vida recordando siempre que:

– Todos podemos más de lo que pensamos.
– No busques el músculo en mi brazo, búscalo en mi mente.
– Persigue tus sueños.

Web del proyecto: www.conunparderemos.com
Web de la empresa de Andreu: www.dreamsandadventures.com
Vídeo celebración 2009:

¿Jugamos? Busca cual es la dirección (enfoque), los diferentes tipos de objetivos (intermedios y finales) y aquello que les otorga sentido (motivación).

Highlinght 1: Maratón de Barcelona. Un equipo de atletas empujaremos el carrito de Arnau, un niño de tres años con enfermedades minoritarias (www.lalluitadarnau.com).
Sentido motivacional: iniciativa solidaria que dará visibilidad a la lluita d’Arnau y que exigirá una buena dosis de organización logística, capacidad para construir un equipo y movilizar e implicar al máximo número de personas posible.

Highlinght 2: VCUF – Volta Cerdanya Ultrafons. 214 km y 10.000 metros de desnivel positivo, en menos de 56 horas.
Sentido motivacional: un reto improbable pero no imposible, en mi línea de pensamiento y actuación. Seguir leyendo…

Highlinght 3: Ascensión al Vignemale. Un equipo altamente motivado de aficionados a la montaña en busca de una cumbre mítica que tiene una bonita y apasionante historia detrás.
Sentido motivacional: construir y motivar a un equipo de «exploradores» del CAM y más.

Highlinght 4: Ultra Trail Cavalls del Vent. Repetición de la experiencia de 2013.
Sentido motivacional: en esta edición, en equipo.