Bishorn (4.153m), Alpes suizos

24-27/06/2010
La ascensión al Bishorn tenía algunas cosillas que la hacían especial. Primera: se trataba del primer 4000 oficial del CAM. Segunda, reunió a un buen número de compañeros y amigos,¡veinte! Tercera, siete de ellos iban a por su primer cuatro mil (aunque algunos habían superado
esta altura en ascensiones a picos más altos de otros puntos del planeta). Cuarta, para algunos significaba revivir la ascensión del año 2002. Quinta, que todos teníamos muchas ganas de Alpes.
Había también mucha motivación, algo que nos hacía falta para encarar
los muchos metros de desnivel que teníamos por delante. En poco más de 4 horas todos habíamos superado los 1.600 metros positivos y 8 km que separan Zinal de la Cabaña Tracuit (3.256 m.s.n.m.). El recorrido es espectacular, con abundante agua procedente de los glaciares, y transcurre entre bosque, prado y desierto alpino. (Fotos Bishorn). (Vídeo Bishorn HD)
Una vez acomodados en Tracuit, teníamos unas cuantas horas de descanso que algunos aprovecharon para echar una cabezadita (la noche anterior habíamos dormido haciendo vivac en el parking de Zinal, junto al ruidoso río y después de doce horas de coche) y otros para comentar la jugada, recordar historias y reír. En el exterior del refugio, el sol nos regaló momentos cálidos admirando la Dent Blanche, el Zinalrothorn, el Weisshorn, los glaciares Moming y Trutmann y las desafiantes puntas y crestas que nos rodeaban.
Sin resultar excelente, la cena fue infinitamente mejor que la que engullimos en el 2002. La sopa de verduras entró muy bien y el pollo al curry con arroz nos llenó. Lo que no ha cambiado en estos años es la antipatía de los guardas (la deben dejar en Zinal para no acarrear peso el día que suben) y el mal servicio: es el único refugio que conocemos en el que no te sirven agua para acompañar las comidas, ni servilletitas de papel para limpiarte. Eso sí, la botella de litro y medio de agua a 7€ y los depósitos de agua cerrados a cal y canto.
Con la panza satisfecha, a dormir hasta las cuatro de la mañana, cuando sonaron los despertadores tras una noche tremendamente calurosa. Seríamos unos treinta y tantos en una misma habitación, con las ventanas cerradas, pues… Suerte que a las dos de la madrugada alguien se decidió a abrir una de ellas y el aire fresco recorrió nuestros cuerpos.
El desayuno siguió la tónica de la cena, sin servilletas, con leche fría, ruegos para que dieran una taza a cada uno y algunas otras penurias. Para colmo, los guardas entienden por media pensión sólo cena y desayuno, ¡el dormir es aparte! Toma atraco.
Al poco rato, hacia las cinco de la mañana, todos fuera del refugio equipándonos entre un grupo de catalanes, otro de rusos (perdón por lo de rusos, pero no recuerdo de qué república exsoviética eran), otro de franceses…
Cerca de las seis, las cinco cordadas del CAM nos pusimos en marcha. Poco a poco, cada una fue cogiendo su propio ritmo. Sin grandes contratiempos, sólo alguna náusea y algún que otro mareo, una tras otra llegamos a la cumbre del Bishorn con una diferencia de unos 20 minutos entre la primera y la última. Son alrededor de las nueve de la mañana.
El itinerario de 4 km discurre por zona glaciar en su totalidad, sin riesgo aparente. Sólo un gran puente de nieve se encargó de recordarnos que bajo nuestros pies no todo es lo que parece.
Los últimos metros hasta la cima exigen cierta atención. Su verticalidad es significativa, pero también una magnífica guinda a la ardua y pesada ascensión, que supera los 900 metros de desnivel en un interminable sube-que-sube.
Fotos, abrazos, risas y un sorbo de cava catalán para celebrar los siete nuevos cuatromilistas y el éxito del grupo con un 20 sobre 20. Media vuelta y a deshacer el camino.
De bajada, cada cordada va a lo suyo. Se amplían las distancias entre cordadas y la llegada al refugio se dilata. Es en este recorrido de vuelta cuando algunos sienten los efectos de la altura, del escaso descanso y del esfuerzo realizado el día anterior. Sin embargo, todos llegamos a buen puerto y dentro de unos tiempos más que razonables. Allí nos espera Isa, que ha venido a los Alpes para acompañarnos y animarnos (y hacer de chófer), aún sabiendo que su ascenso terminaba en el refugio y no más arriba, donde la nieve podría afectar su proceso de curación después de las congelaciones en el Aconcagua. Isa, gracias por todo.
Paulatinamente, después de comentar la experiencia hidratándonos a base de cervezas y colas (de las de beber), empezamos a descender los 1.600 metros hasta Zinal. Una primera parte del recorrido es aún por nieve. De hecho, mucha nieve. Nos hundimos en ella. A veces hasta las ingles. Pero hay ilusión por lo conseguido y ganas de llegar al pueblo, así que paso a paso bajamos, cada uno a su ritmo.
En el parking de Zinal, alrededor de una sandía que sabe a gloria, nos cambiamos de ropa y mientras unos parten dirección Barcelona otros preferimos tomarnos nuestro tiempo para comer algo que valga la pena, visitar el pueblo y realizar algunas compras.
Aunque todos tenemos ganas de volver a casa, también somos conscientes de que estar donde estamos es un privilegio que pocas veces podemos permitirnos. Por eso, en un esfuerzo por llevarnos con nosotros todo aquello que hemos visto, tocado, sentido y vivido, hablamos y hablamos sobre lo hecho en un intento de convertir los últimos minutos antes de lanzarnos a la carretera en los primeros de un gran recuerdo. Porque en el recuerdo quedan los Alpes, el Bishorn, Zinal y, sobre todo, las emociones que experimentamos cada uno de los 20 que allí estuvimos.
Hoy lunes, mientras escribo estas líneas, con las botas recién secas y la mochila guardada hasta la próxima, miro por la ventana y mi pensamiento me lleva muy muy lejos y me hace revivir la emoción contenida de Rafa, la juerga permanente de Toni y Eduard, el ímpetu juvenil de Maio y su tropa, la fortaleza de la familia Granero, la suave y dulce voz de Lluís, el beso de buenas noches de Isa, el saber hacer de Jordi, el optimismo embriagador de Carlos, la independencia de Marta, Oriol y compañía, la sandía más rica del mundo…
Un abrazo a cada uno de vosotros y gracias por las horas que hemos vivido juntos.
Lluís Lleida