Después de darle unas cuantas vueltas al tema, comprobar que la mucosidad disminuye y el resfriado amaina, el domingo intentaré de nuevo superar un triatlón de distancia Ironman. Una semana después de haberlo intentado en Vichy, bajo unas condiciones de natación duras para mí y los efectos de un inoportuno resfriado, mi estado físico todavía es el apropiado. El plan de entrenamiento que he seguido preveía llegar en el mejor estado de forma para el día 28. El día 4 habrá transcurrido una semana, un plazo de tiempo cercano “al punto óptimo”. Otra cosa es si el resfriado remanente y mis propias capacidades estarán a la altura… Así pues, el próximo domingo, vuelvo a intentarlo.
Breve crónica del Ironman Vichy
Mis resfriados duran 9-10 días. A mediados de semana empiezo a estornudar, dolor de garganta y mucosidad. Salimos a rodar en bici los días previos, y no funciono. Me reservo de correr los 15 días previos, porque mi gemelo derecho y empeine izquierdo me han dado avisos de sobrecarga. Si han de romper, que lo hagan el día del Ironman, no vaya a ser que no pueda ni tomar la salida.
La temperatura en Vichy es altísima. Llegamos a ver los 40ºC. Anuncios radiofónicos de “abstener de practicar deportes en el exterior”. En el mejor de los casos, nosotros estaremos solo unas 15 horas practicando deporte en el exterior…
Dos días antes recibimos mensaje de la organización: prohibido nadar con neopreno dado que la temperatura del agua supera en 0,3ºC la temperatura de corte de 24ºC. Nadamos en un rio, en agua dulce. Para mí, que de nadador tengo poco, esto es un jarro de agua fría.
La noche anterior sufro décimas de fiebre.
Nos levantamos a las 04:15h, desayunamos y a las 06:00 estamos en boxes. En bañador. Nunca antes había nadado 4.000 metros “a pelo”. Me resigno. Tengo la opción de no saltar al agua, pero no se me pasa por la cabeza: estoy seguro de conseguirlo, aunque también estoy seguro de que me costará muchísimo. En el peor de los casos, ya me sacarán del agua.
A las 07:25 al agua. Temperatura agradable. Agua verde. No se ve absolutamente nada. Algunos golpes, choques, arañazos… Pero menos de los que esperaba. Los metros no pasan. Salgo de la primera vuelta (1.900m) y cuando veo el crono me horrorizo: 00:53:00. Me lanzo a por la segunda vuelta y los metros siguen sin pasar. Salgo del agua a trompicones, tremendamente cansado: 02:06:25, unos 40 minutos por encima del tiempo previsto.
Hago la transición con tranquilidad. Intento recuperarme. Me preparo el batido nutricional y me lo bebo. Salgo a por la bici.
A los 40 kilómetros compruebo que la media de velocidad que llevo es muy baja, entre 2-3 km por debajo de la que me correspondería. Voy bien alimentado y el cansancio no desaparece. Sigo sin subir media de velocidad. Estoy en el km70 y empieza a llover. Contra todo pronóstico, hemos pasado de un riesgo de insolación brutal a una tormenta interesante.
Km80 y no he alcanzado a Àngels, que ha salido 15 minutos antes que yo del agua. En condiciones normales, yo hubiera salido antes del agua o, en todo caso, la hubiera alcanzado en los primeros kilómetros de ciclismo. Después de ocho meses entrenando juntos, conocemos muy bien los tiempos y ritmos de uno y otro. Analizo qué está ocurriendo y llego a la conclusión de que no es mi día. Llevo la preparación adecuada para llegar a la maratón y sufrirla. No puede ser que en este punto de la carrera no funcione. Decido abandonar la competición en el km90.
Creo que el inoportuno resfriado me tumbó antes que el propio Ironman.
Àngels cicló los 180 km de bicicleta, una distancia que superaba en 75 km la máxima que había pedaleado jamás. Lamentablemente, entró 1 minuto (sí, 1 minuto) por encima del tiempo de corte de natación más ciclismo, que la organización estipulaba en 10 horas. Descalificada.
Aquí acabó este primer intento a la distancia Ironman.
Segundo intento: Triatlón En Solitario
Es necesario aclarar varias cosas. La primera es que esta vez no será en el marco de ninguna competición oficial, y por tanto no tendrá tampoco ningún reconocimiento oficial. Estará controlado y justificado vía seguimiento fotográfico de cronógrafos y cuenta kilómetros. También por aquellos que queráis acercaros a algún punto de los segmentos de natación, ciclismo y carrera a pie. En cualquier caso, lo hago por mí y para mí. Hasta donde llegue y sin excusas.
La segunda es que lo haré en solitario. No habrá nadie más “compitiendo”, ni delante, ni detrás, ni a los lados. Solo. Acostumbrado a ser de los últimos y al no-drafting en ciclismo, esto no debería ser un problema. Veremos cómo lo llevo en la realidad. No obstante, será de agradecer si alguien se anima a acompañarme en algún tramo de cualquiera de los tres segmentos.
La tercera aclaración concierne al tema transiciones y avituallamientos. En el momento de salir del agua tengo una transición de unos 100 metros hasta la bicicleta. Al dejar la bicicleta no hay desplazamiento de transición, empiezo a correr.
En cuanto a los avituallamientos, además de los dos de las transiciones, durante el segmento de bicicleta tendré 4 puntos de agua (fuentes) y 4 más de sólido y líquido. Durante el segmento de carrera a pie, pasaré 4 veces por una fuente y otras cuatro por el punto de avituallamiento de sólido y líquido.
El soporte de seguimiento y avituallamiento corre a cargo de mi triatleta favorita Àngels Salvador Maldonado.
Finalmente, la última aclaración es que me regiré por el reglamento horario de Ironman, con 10 horas máximo para natación y ciclismo, y 16 horas máximo para completar los 225 km totales. Utilizaré neopreno en la natación.
Algunas cuestiones más
Para acabar, respondo a una pregunta que me ha formulado mi hija y que es posible que también esté en la mente de alguien más: “¿Y por qué no dices todo esto después de hacerlo? ¿Y si no lo consigues? ¿Volverás a decir que no has podido?”. Es cierto que muchas personas optan por la invisibilidad. A estas, las respeto profundamente, porque para “hacer” no es requisito “publicitar”. Otras muchas, a las que respeto en otra medida, solo hablan de lo conseguido, de los logros, de los éxitos. Suelen olvidar el “no éxito” o esconder el fracaso, generalmente por miedo al qué dirán o por desvirtuar una falsa imagen creada.
Por mi parte, deportivamente hablando he fracasado más que he triunfado, tanto que no me importa hacerlo una vez más y las que vengan. Es el riesgo de aventurarse a todo aquello que supone un final incierto, al hecho de alejarse de la zona de confort y de la seguridad de lo rápido, fácil, alcanzable o conocido. Con el tiempo me he ido descubriendo a mí mismo, hasta encontrarme con alguien que está hecho para ilusionarse, desarrollar y crecer en proyectos improbables pero no imposibles.
Hace tiempo decidí que los objetivos, para que lo fueran de verdad y no simples deseos, debían ponerse negro sobre blanco. Las palabras solo dichas, se las lleva el viento. Las palabras escritas, quedan. Escribir qué voy a hacer me ayuda a convertir las ideas en proyectos concretos, después de un proceso de análisis, valoración y preparación. Compartir públicamente lo que voy a hacer me compromete a hacerlo. Ser sincero conmigo y con los demás me exige dar cuentas públicas del resultado, sea éste el que sea.
Esto último me anima a superar momentos difíciles durante la actividad, pero no me desalienta a exponerme públicamente delante de un objetivo final no alcanzado. No tengo miedo al fracaso, porque a la par que el éxito, forma parte intrínseca y posible de cuanto hago. A mi entender, el éxito no está en la meta, está en la decisión de ponerse en marcha, realizar el proceso y avanzar hacia el objetivo. Pero no quiero engañar a nadie: ¿Quiero superar ese objetivo que yo mismo me he propuesto? ¡Por supuesto que sí! ¿Me disgustará no conseguirlo? ¡Por supuesto que sí! ¿Entonces… Por qué…? Simple: quiero saber si podré hacerlo, y eso supone poner todo el empeño en ello, pero también aceptar sin reparos el hecho de no conseguirlo. Me motiva todo aquello que para mi suponga un final incierto.
Este es el segundo asalto a la distancia más larga del triatlón. En otras ocasiones he necesitado hasta tres para superar una carrera improbable para mí pero que finalmente resultó posible. Y como ocurrió entonces, los aprendizajes durante los procesos fueron mucho más enriquecedores y duraderos que la efímera victoria.
Para terminar, agradezco las muestras de apoyo que he recibido durante esta semana, y muy especialmente la de aquellos que intuisteis qué rondaba por mi cabeza en mi último post en Facebook (“Quizás el final de esta experiencia no será exactamente como la conocéis. Dentro de mi cabeza toma fuerza un pensamiento qu eme hace vibrar. ¿Y si el próximo domingo fuera posible?”).
Vuestras respuestas me han ayudado mucho a tomar la decisión de volver a intentarlo este domingo.
Si el domingo andáis por la zona y me reconocéis, regalarme un grito de ánimo. No solo lo agradeceré, también lo necesitaré.
Muchas gracias.