Cuando se analiza la comunicación de las pymes desde una perspectiva real de receptor y alejada de cánones estrictamente académicos, pueden definirse cuatro niveles principales según el origen de ésta y sus fundamentos. No hablamos hoy de formas, lo hacemos de fondos ¿Cuál es el discurso de la Marca? ¿Cuál su eje temático? ¿De qué nos está hablando? ¿Me interesa?

Además de los cuatro aquí presentes, existen otros niveles. Se me ocurre un nivel inferior que no incluyo, que correspondería a la inexistencia de comunicación (¡vale, siempre hay un mínimo, pero a veces ese mínimo es tan malo que como receptores, usuarios o potenciales consumidores no queremos saber de él!). Otro nivel podría estar en la parte superior. Correspondería a aquellas empresas/marcas que, sencillamente, lo tienen claro y practican comunicación de Marca. Hay que puntualizar que este nivel “óptimo” no es un coto exclusivo de grandes multinacionales. Algunas PYMES de nuestro entorno cercano son muy buenos ejemplos de comunicación de marca. Por el contrario, algunas grandes corporaciones son ejemplo de todo lo contrario.

Nivel 0 o del burro delante

Discurso basado en lo bueno, bonito y barato. Es el “Somos”, el burro delante: yo, yo, yo. Sin significado para el receptor. Está vacío de contenido, no hay mensaje ni tema. No hay nada, ni siquiera despierta el interés de los receptores. Oportunista 100%. No busca relación, sólo vender más… si tiene suerte y su precio es el más bajo. ¿Dónde está la marca aquí? No está. Hablan los productos, que suelen ser mudos, invisibles, repetibles y en absoluto creíbles.

Nivel 1 o de los valores (in)seguros
Servicio, calidad, tecnología. Un “clásico” que se ha convertido en el mayor autoengaño de quienes están enfocados a producto y no al cliente. La estrategia es estrictamente comercial y basada en supuestos sobre lo que quiere, es mejor o desea el cliente, pero que realmente son puras autoafirmaciones sin base alguna. Hay miedo a saber porqué el cliente compra… Igual es sólo por precio. Entonces, tenemos un problema. Más vale no descubrirlo y que todo siga igual (¡Ja! Como que todo va a seguir igual… ¡mañana!). Es un discurso monótono, repetitivo y sobradamente conocido por las audiencias: el mejor servicio, los precios más competitivos, una tecnología de vanguardia… La marca sigue sin aparecer. Sigue sin haberla. Nadamos en la indiferencia. Vivimos de la suerte, la gestión individual y la esperanza.

Nivel 2 o a un paso de la luz
Hay “algo”, pero no está definido. La inexistencia de una estrategia queda camuflada bajo un simple estilo gráfico y textual y un tono más o menos efectivos. Un día hablamos de esto y otro de aquello. Incoherencia que no ayuda a entablar y mantener una conversación, un diálogo que permita la relación. Es difícil entender la conversación y, por tanto, disminuye el interés. No puede haber identificación con quien nos habla, sencillamente porque no nos interesa o no entendemos. Se intuye la marca, pero no se entiende de qué habla, cual es el tema, su aportación, su preocupación, el beneficio. Falta estrategia y definición, orientación y enfoque. Sentido.

Nivel 3 o la temática como aliada
Hay visión de marca, una dirección y una estrategia que modula los contenidos de la comunicación. Se crean o desarrollan temáticas de comunicación que, con independencia de ser únicas o no, distinguen, proyectan, atraen, potencian y crean sinergias y espacios de encuentro que potencian las relaciones y la participación, constituyéndose como verdaderas plataformas relacionales entre un ente ahora sí claro y definido (la marca habla y sabemos de qué y porqué) y unas audiencias receptivas a temas que para ellos son o pueden ser de interés. La temática es sobre cuestiones que se han detectado como de interés. Tienen fuerza. Cierta singularidad en el enfoque o en el tono, por ejemplo. Pero, sobre todo, son historias textuales, visuales y experienciales que exponen claramente la visión, la misión, el significado, los valores y la promesa que una Marca siempre debe tener para aquel mercado al que se dirige.

¿Vender o Comunicar?
La respuesta es fácil: comunicar con eficiencia para vender más y mejor. Todas las empresas quieren vender más. La diferencia está en la forma de hacerlo: algunas quieren hacerlo mejor, de forma más eficaz, con un plus que nace de una decisión y actuación que intenta alejarse de la “fuerza bruta” para apoyarse mucho más en la inteligencia. Son caminos para alejarse de los campos de competencia más duros, desagradecidos y de dudosa rentabilidad a corto plazo y menor eficacia a medio y largo. La Marca, y dentro de ella la comunicación de Marca, con su estilo, tono, visualización y temática, es la que establece esa diferencia en la forma de hacer. Eso sí, el primer precepto para lograrlo es la existencia de una MARCA.

¿Dónde están las tan cacareadas oportunidades derivadas de la crisis? ¿Pura demagogia? ¿Simple inyección de moralina? Sí en la mayoría de los casos. No cuando hablamos de No-Marcas y de Marcas Invisibles. Porque cuando los criterios esenciales de compra del consumidor cambian, todo cambia. Es entonces cuando todo es posible. Nace la oportunidad real.

Como en anteriores crisis, hoy el consumidor se rige por el concepto contención y los criterios consumo y gasto. Por falta de liquidez, precaución, temor, incertidumbre o miedo, la gente echa menos mano a la cartera y cuando no hay más remedio que comprar y pagar, en general se aplica en racionalizar: compara, piensa, valora y decide condicionado por la necesidad de contener el consumo y el gasto. Bajo esta línea maestra de actuación, el papel del factor precio es clave en su decisión. Por eso, el statu quo entre las Marcas de Fabricante y las Marcas de Distribución se rompe. El equilibrio se decanta a favor de las segundas. ¿Por qué? Precio. La guerra está servida. La estamos siguiendo minuto a minuto a través de los medios.
Los productos abalados por las Marcas de Fabricante ahora se perciben como “muy caros”, mientras que los productos de las Marcas de Distribución han pasado de “baratos” a “justos” o incluso “de calidad a muy buen precio”. Más allá de alguna que otra campaña publicitaria (como la que podemos ver estos días de Lidl), ha sido el consumidor quien se ha autoconvencido de que en estos momentos lo importante es otra cosa y que lo que era simplemente barato, ahora es ideal se mire desde donde se mire.
Está cambiando todo tanto, tan rápido y tan profundamente que se tambalean incluso los cimientos del “statu quo” entre fabricantes y distribución. Vivimos una auténtica guerra que, como suele ocurrir en casi todas las guerras, a saber cómo acabará. Porque mientras la distribución reduce el número de referencias, retira productos de Marca de Fabricante y aumenta el número de productos propios en sus lineales, aderezando todo ello con campañas publicitarias en busca de un posicionamiento de calidad hasta hace poco impensable, los fabricantes plantean e inauguran tiendas propias, bajan precios de venta, lanzan nuevos formatos, viven en una promoción permanente y advierten en su publicidad que “no fabrican para otras marcas” en un intento de contrarrestar el ataque, defender su feudo y evitar la fuga de clientes.
Con esta ruptura de los esquemas “tradicionales” nace la oportunidad. Antes de la crisis existía una potente polarización de las decisiones de compra entre Marca de Fabricante y Marca de Distribuidor. Entre la una y la otra apenas había espacio para las alternativas. Esto ha cambiado, ya no es así. Se abre un espacio para las No-Marcas y para las Marcas Invisibles, siempre que éstas sepan desarrollarse como Marca, aunque bajo una renovada visión de lo que es y debe ser para el nuevo consumidor una Nueva Marca.

Pero, ¿qué es una No-Marca? En nuestro país las hay a miles. Es una especie caracterizada por disponer de un nombre, al que habitualmente se asocia un dibujito. Suelen nacer de un producto y no de una idea o una visión. Y a diferencia de una Marca, ese nombre y ese dibujito tienen como única función nominar y visualizar a la empresa y su oferta. No hay más contenido ni intención. No hay significado y su promesa es absolutamente funcional, tanto como lo sea el producto.
La Marca Invisible, por su parte, es aquella Marca que aún siéndolo no tiene la capacidad, la fuerza o la energía, en forma de visibilidad, notoriedad, reconocimiento, prestigio y reputación, de aquellas otras que llamamos de Fabricante o Anunciante.
Ambas, No-Marcas y Marcas Invisibles, comparten algunas desdichas. La primera es que no son Marcas ni para sus propios gestores. La segunda, que en su focalización hacia Marcas de Fabricante/Anunciante o Marcas de Distribución/Bancas, los consumidores no suelen atender a las No-Marcas ni tampoco ven a las Marcas Invisibles: no están, no cuentan, no se buscan, no se desean. Apenas existen. Sólo subsisten… y en dependencia de todo cuanto acontece a su alrededor. No controlan lo que ocurre a su alrededor, sólo se ven afectadas. No son nada para nadie.
En el contexto actual, las No-Marcas y las Marcas Invisibles pueden salir beneficiadas. Las circunstancias abren el espacio para que entren en juego, para que pasen de No-Marca y Marca Invisible a Marcas Visibles, a Marcas de Futuro. Es su momento para SER MARCA, para hacerse un hueco en el mercado y en la mente del consumidor, y para dar los pasos estratégicos adecuados que transformarán esta oportunidad nacida del caos en una catapulta hacia un futuro impensable hace bien poco.
Motivos para ponerse manos a la obra no faltan. El primero de todos es que la oportunidad está ahí, es real. El segundo, porque aunque no sepamos quién ganará la guerra entre Fabricantes y Distribuidores, sí podemos intuir quién la perderá: las No-Marcas y las Marcas Invisibles. El tercer motivo es el instinto de supervivencia, ya que sus productos cada vez tienen menos cabida y sentido en un mercado ultra polarizado entre Marca de Fabricante o Marca de Distribución. El cuarto motivo no es otro que conseguir que el único factor competitivo que suelen aportar las No-Marcas y las Marcas Invisibles deje de serlo en exclusiva: el precio, un argumento que saben poco útil porque implica entrar en una dinámica que sólo tienen una salida. Esta salida es el quinto y último motivo, y es muy simple: quien compite sólo en precio está muerto.
El momento es óptimo para construirse como Marcas, hacerse visibles y aprovechar la oportunidad de un mercado que ansía comprar un producto de Marca a precio de Blanca. La polarización puede romperse, y entonces se produce la doble oportunidad: por fin es posible que nos vean y a partir de ahí nos compren, nos conozcan y nos vuelvan a ver, comprar y conocer. Hace sólo unos meses esto no era posible. Ahora sí, el consumidor está cansado, utiliza un nuevo protocolo y una nueva escala de valores en su proceso de compra, es más sabio y experimentado y, por si fuera poco, no tiene ni dinero ni alegría para gastarlo como antes, cuando todo era más emocional, impulsivo y rápido. Además, en mi opinión, nada volverá a ser como antes. Esta crisis se superará, pero cambiará muchas cosas. Y una de ellas será la esencia del comportamiento ante el hecho de la compra.
El consumidor está abierto a la alternativa, la espera, necesita un mensaje nuevo, de alguien también nuevo. Presentarnos ante él y generarle una experiencia de Marca sincera, honesta, justa y equilibrada puede ser fundamental para hacernos visibles en su búsqueda incesante de soluciones para el momento. Si somos capaces de que nos tome en cuenta hoy, abrimos las puertas para que lo haga también mañana.
Coyunturalmente, las No-Marcas y las Marcas Invisibles tienen una oportunidad única de llegar hasta el consumidor (Producto) y demostrarle quiénes son y cómo son (Marca). ¿Estarán igualmente dispuestos los gestores de las No-Marcas y de las Marcas Invisibles a aprovechar la oportunidad? Los requisitos son tres: querer ser una Marca, poner los medios para conseguirlo y lanzarse a ello. Ahora o nunca. Es el momento de las Nuevas Marcas.

“Las campañas de publicidad y comunicación deben incluir mucho texto y mucha información”. No lo digo yo, lo dijo Steve Harrison, fundador de la agencia Harrison Troughton Wunderman, en el Congreso Internacional Brand Trends clausurado días atrás en Valencia.
Harrison recomienda seguir esta estrategia basándose en la idea de que en estos tiempos “de miedo” la incertidumbre, la inseguridad y la desconfianza que sienten los consumidores ante el futuro exige que la publicidad comunique la verdad de la Marca al cliente, priorizando el espacio narrativo que ello exige sobre la estructura habitual de “seis palabras y una imagen”. En los momentos de miedo, el impacto llega a la audiencia por la vía de la sinceridad y la honestidad, de la transparencia y la sencillez, del diálogo y la participación. Para Harrison, creador del concepto “Brand response” (reacción del consumidor ante la Marca), lo más emocional está en contar una historia, especialmente en el ámbito digital, espacio donde es más fácil y fluido el diálogo (los mercados son conversaciones) y la facilita la participación voluntaria activa de la audiencia.
No sólo comparto y defiendo la tesis de Harrison, también intento llevarla a la práctica por convicción. Desde hace tiempo insisto en algunas de las claves expuestas por Harrison. La primera es la necesidad de actuar (y comunicar) de forma honesta, sincera y transparente: aquello que de verdad somos o, en el peor de los casos, queremos llegar a ser. Cualquier otra estrategia, desde mi punto de vista, no es sostenible en el tiempo y, por consiguiente, tarde o temprano se descubre como una promesa o mensaje no creíble (credibilidad: uno de los fundamentos de las Marcas Fuertes). Las Marcas deben aspirar a ser reales, tangibles: las experiencias de contacto son la vía para lograrlo.
La segunda, la necesaria construcción de nuestra propia historia para establecer conversaciones que nos posicionen y diferencien. La tercera, definir un eje de comunicación sobre el que pivotará nuestra conversación en su esfuerzo de adaptarse a distintos segmentos de la audiencia (llegar al máximo de audiencia). Cuarto, la bidireccionalidad (multidireccionalidad) de la comunicación: el canal digital es perfecto, y hoy los blogs la herramienta ideal para comunicarnos.
Finalmente, la quinta clave en la que insisto es en romper el tópico de que no se lee. Se lee lo que interesa, lo que afecta, lo que comunica algo de forma correcta y/o aporta algo de valor al lector (información relevante para la toma de decisiones, para impulsar un cambio de estado, etc.). Eso sí, sin pasarse, todo tiene una justa medida, ni más largo ni más corto.

Salta a la vista
Toda esta línea de actuación también se plasma en las identidades gráficas de diferentes marcas. Redblog, el blog de la agencia de branding Summa, nos muestra buenos ejemplos. La honestidad, la transparencia y también la autenticidad de las Marcas se transmiten a través de producciones enfocadas a destacar estos aspectos: elementos limpios, sencillos, claros y puros en tipografías, imágenes, textos… Composiciones que “dicen” lo que hay detrás de una Marca: nada que ocultar, es decir, aquello que buscan los clientes y consumidores cansados del mucho ruido y pocas nueces, de los mensajes complejos o confusos: sentirse cómodos y seguros en la relación y en sus decisiones de compra, especialmente en ciclos psicoeconómicos como el actual (miedo, incertidumbre, inseguridad…)

Marcas Blancas vs Marcas de Fabricante
Las Marcas Blancas o de Distribución siguen ganado terreno a las Marcas de los Fabricantes (¡y grandes anunciantes!). Según el último Anuario Nielsen, la cuota de mercado de las Blancas creció tres puntos sobre el año anterior y suponen casi el 29% de todas las ventas de Alimentación Envasada y Droguería/Perfumería. Si el análisis se centra en las ventas realizadas en supermercados e hipermercados, el porcentaje aumenta y alcanza prácticamente un tercio de su total. Seguramente la situación psicoeconómica actual tiene mucho que ver en estos resultados, pero sin duda también lo que decíamos en los párrafos anteriores: las Marcas de Distribución tienen una promesa clara: mejor precio para ti y los tuyos. Es un mensaje muy sencillo, que llega por su simplicidad (no busques nada más, no hay más) y eficiencia (sí, eficiencia: causa-efecto, tangible, real), y que narra una historia que rápidamente es entendida como honesta, sincera y transparente. Por definición, la Marca Blanca es sinónimo de precio (a lo sumo de buena relación calidad-precio), nada más. Su aspiración se centra en satisfacer una demanda muy racional centrada en el precio. Pocos factores más podríamos añadir desde este punto de vista. Desde el emocional, su aspiración es competir directamente con las Marcas Fuertes utilizando mensajes agresivos enfocados a persuadir. A mi entender, esta estrategia puede resultar efectiva en el corto plazo pero dudo de su eficacia a largo porque suele generar una promesa poco creíble, que incluso dudo que alguien crea a pies juntillas y que en la mayoría de casos la experiencia vivida en el contacto desmiente: “no te dejes engañar, la calidad no es cara” (Lidl) “Yo no soy tonto” (Media Markt).
Para redondear el tema, el estudio Brand Parity de BBDO Consulting concluye que el 64% de sus encuestados apenas encuentra diferencias entre los distintos proveedores de productos, en cualquier segmento. Este porcentaje ha aumentado dos puntos desde la edición anterior del estudio, en 2004. Para el consumidor, las Marcas son intercambiables en un porcentaje muy elevado. Dos ejemplos: un 84% de los encuestados apenas encuentra diferencia entre las Marcas de proveedores de combustible, y el 81% de los consumidores considera prácticamente iguales Marcas de detergente como Ariel o Persil.
Ante este panorama, dos invitaciones: una a reflexionar sobre la estrategia de comunicación de nuestra Marca en función de la situación actual y las recomendaciones de Harrison; dos analizar la actual estrategia de reducir la oferta y el surtido de producto de “baja rotación” que Mercadona está llevando a cabo en los últimos tiempos. De hecho, detrás de esta estrategia declarada posiblemente se esconda otra: potenciar sus propias marcas frente a las de Fabricante, una política que comparten prácticamente todos los grandes distribuidores, desde Carrefour hasta El Corte Inglés. La crisis es un buen momento para las Marcas de Distribución: desde el punto de vista de comunicación y relación son de lo más honestas, sinceras y transparentes.

Fuentes:

De todas las crisis se aprende. Al menos eso suele decirse. Pero lo cierto es que la humanidad ha pasado un sinfín de ellas y poco hemos aprendido. Puede más la ambición por el dinero y el poder. El contrapunto optimista es que cada nuevo escenario representa una oportunidad para revisar el pasado y reflexionar sobre el futuro.
Muchas personas, y detrás de ellas empresas, ya lo han hecho. Sin necesidad de crisis, por cierto, o en todo caso de una índole bien distinta. Son personas y empresas que piensan y actúan diferente. Juegan con unas reglas distintas para un capitalismo también distinto. Son ellos y ellas quienes están refundando el capitalismo. Y lo hacen lejos de los flashes periodísticos, de los salvadores de patrias inexistentes y de aquellos que han dinamitado el modelo cuándo éste ya no era suficientemente útil para sus ambiciosos objetivos.
Dentro del mismo capitalismo existe y se expande una nueva era, la de la consciencia y la responsabilidad. No es broma, ni un tópico, ni tampoco un bonito deseo que alberga esperanzas.

Así nace
El cambio hacia el capitalismo consciente y responsable surge a partir de un sentimiento individual e interior, que se traslada desde dentro hacia fuera para implantarse y desarrollarse en todas las facetas del individuo y las organizaciones. Algunos llaman a este movimiento “el espíritu”, otros “el alma” y los más osados “la calidad humana” del capitalismo y de sus operadores, que son desde el accionista hasta el consumidor, pasando por la empresa, la marca, el empresario, el director, el empleado, el consumidor, la ama de casa… Todos nosotros.
Trasladado de lo personal a lo empresarial, las compañías y las marcas que practican el capitalismo consciente y responsable huyen de los valores de titular o de propósito. Ellas desarrollan una forma diferente de hacer y entender el negocio. Bajo una visión más humanista y un objetivo sincero, prevén, valoran y asumen las consecuencias a corto, medio y largo plazo de sus decisiones y acciones. Sus referentes son la esencia de las cosas, las cuestiones verdaderamente importantes (que, de hecho, todos sabemos cuáles son) y todo aquello que se estima como trascendente para los individuos, la comunidad, la sociedad y el planeta. Dicho de otro modo más simple: desarrollan una nueva dimensión del beneficio.
En la nueva era, el beneficio está por encima del dinero o el poder. Las personas y las organizaciones conscientes dicen sí al beneficio, pero sin comprometer la moral y la ética básica y elemental. No al dinero a toda costa. Aquí, los “efectos colaterales” se tienen en cuenta. Aquí, la mente y el corazón funcionan juntos.

El cambio en la empresa
La cuestión para muchos empresarios y directivos que sienten este impulso de cambio es saber si desarrollar este “espíritu” es compatible con el desarrollo económico de su empresa. En el fondo, el reto es hacer el negocio de otra forma, aportando la satisfacción deseada al empresario y no siempre o simplemente valorada en rendimiento económico. Para este empresario, la cuestión es acostarse acunado por sentimientos de plenitud, alegría y tranquilidad. Aunque en público nunca lo reconocerán, muchos líderes actuales se acuestan sin saber qué es eso.
Para los nuevos líderes su sed de “algo más” no se satisface con dinero. Es inmaterial. Es esta sed la que despierta su consciencia. Alcanzado este umbral, dibuja e impulsa unos nuevos objetivos empresariales que inicialmente se desarrollan de forma paralela a la estrategia seguida hasta entonces. Con el tiempo, a la energía del impulsor se va sumando la de cuantos comparten su visión. En ese instante, la visión se transforma en misión. La consciencia y la responsabilidad han “filtrado”, ya es compartida. A partir de ese momento las cosas van cambiando. Los beneficios deseados por la organización se ven ampliados. Los objetivos contemplan nuevos hitos. Cuestiones hasta entonces nunca planteadas toman forma de nuevos retos. Los escenarios de actuación se amplían. Los mercados y los clientes reaccionan. Las relaciones son distintas, más profundas. Las conversaciones cambian, se intensifican. Se habla de otras cosas, cosas importantes. El lenguaje y las temáticas de comunicación son potentes, interesantes y compartidas. Nacen las redes de relación, las nuevas ideas y nuevas posibilidades para todos siguiendo un modelo de hacer y entender, de significar, de alcanzar y trascender.
Llegados a este punto, la consciencia y la responsabilidad están integradas en la estrategia empresarial. De forma natural, tienen su influencia en la toma de decisiones.
Por su propia idiosincrasia, sólo siendo honestos y sinceros con nosotros mismos a nivel individual y de organización es posible crecer y desarrollarse en el capitalismo consciente y responsable. Planteado como una mera estrategia empresarial no funcionará. Cuando el tema va de valores trascendentales que no se dicen ni se hacen, simplemente son, los valores existen y se perciben. La apariencia no es suficiente. Cuando todo es natural y simplemente es, las compañías y marcas despiertan un “feeling” único, una sintonía rápida y un vínculo profundo. Imposible el engaño.

Prosperidad verdadera
En este nuevo contexto deseamos contribuir a la sociedad de forma individual (yo) y colectiva (mi empresa, mi club, mis amigos…). Queremos replantear las obligaciones de la compañía en lo referente a beneficio económico y satisfacción de los accionistas. También la propia integridad de negocio, rehusando el beneficio a cualquier precio. La búsqueda se dirige hacia la prosperidad en su sentido más amplio y sincero.
El capitalismo consciente está transformando a la libre empresa. El nuevo liderazgo se encuentra en directivos y empresarios implicados y activos que se esfuerzan en realizar su labor de la mejor forma y para sí mismos, su entorno y su compañía, lejos de los flashes y los alardes. Muchas veces en silencio, cambiando, transformando, mejorando el mundo desde sus modestas o no tan modestas aportaciones. Muere el carisma y la superficialidad, vive el carácter y lo verdaderamente importante.

¿Y el cliente?
Cada vez más, la gente colocamos nuestro dinero donde colocaríamos nuestro corazón, es decir, en proyectos, empresas y productos coincidentes con nuestros criterios, con nuestros propios valores transcendentales. Y esto es válido tanto para un inversor como para un ama de casa.
Los consumidores conscientes ya no son un misterio para las empresas que han empezado a andar el camino. Entre los consumidores conscientes encontramos todos los segmentos socioeconómicos y culturales “de antes”, con sus mismos gustos y preferencias, pero movidos por otros impulsos. Estos impulsos son los que les hacen pensar antes de echar mano a la cartera. En otras palabras, su decisión de compra contempla los mismos conceptos de siempre (precio, calidad, tecnología, exclusividad, lujo…) pero con el añadido de los valores que se espera que comparta con uno aquella marca a la que elegimos con nuestra compra. La oferta es amplia, ¿por qué voy a comprar a alguien que no me aporta todo cuanto quiero o incluso lo hace pero negativamente?
El consumidor ha cambiado, cambia y cambiará. El consumismo desmesurado y loco dará paso a la moderación, al uso de la experiencia, al recuerdo de lo aprendido en épocas peores y, en definitiva, a la decisión consciente. Los nuevos criterios de selección basados en la sintonía de valores transcendentales se desatarán por igual en los segmentos altos, medios y bajos del mercado (del top luxury al hard discount).
La búsqueda de la felicidad se ha demostrado inútil por la vía del enriquecimiento económico, el pelotazo, el consumismo desmesurado o la La felicidad mercantil puede que esté en otros sitios, tal no en uno sólo. Es por eso que las conversaciones y los diálogos comerciales y publicitarios se han iniciado en un camino donde las palabras son inteligente y no impactantes, hermosas y no desafiantes, significativas y no superficiales, enriquecedoras y no banales. La nueva comunicación de la era de la consciencia y la responsabilidad invita a pensar y a compartir, a crecer juntos.

Sobre la felicidad
“El presente debe prevalecer sobre cualquier plan futuro –dice la psicóloga Isabel S. Larraburu–. Los momentos presentes en nuestra vida son los que tienen la capacidad de hacernos felices. Cuando alguien viene a mi consulta con la duda de qué hacer con su vida, mi recomendación es siempre prepararse para una actividad que reporte satisfacción por sí misma, no por los beneficios económicos que pueda aportar en el futuro. Apuesto por la idea de que la actividad diaria es lo más importante en nuestra vida.”
Magazine de la Vanguardia (19.10.2008)

Sobre todo cuando se trata de saltar de la era empresa/producto a la era empresa/marca (de hecho, sería mejor decir a la era marca/consumidor, estos últimos verdaderos propietarios de las marcas). Las empresas/producto dicen lo que quieren ser (y que suelen no ser, más allá de sus propios límites geomentales). Las empresas/marca son y no dicen. Ellas sugieren, conversan, susurran y, sobre todo, escuchan.
Hay un desarrollo comunicacional generalizado entre las empresas/producto que empieza en el “Qué”, pasa por el “Cómo” y finaliza en el “Por qué o Para qué”. El “Qué” se circunscribe básicamente a un producto (qué hacemos); el “Cómo” suele tratar sobre un tema tan común y usado como la tecnología; el “Por qué o Para qué” intenta justificar la finalidad y el valor de todo lo anterior. Un ejemplo sería tornillos + aluminio + reducir peso.
Muchas de estas empresas/producto nunca alcanzan el final de este itinerario y se detienen en la segunda estación: “tornillos de alta tecnología”.
Por su parte, las empresas/marca buscan su origen en una pregunta, en un ¿por qué? Allí nace una idea, normalmente simple, latente y real, coincidente con unas audiencias también reales, en ocasiones latentes y nunca simples, bien al contrario. Las empresas/marca se desarrollan por medio de un proceso evolutivo impulsado e integrado en el seno de su ¿comunidad?, ¿tribu?, ¿enlaces relacionales?, ¿amantes? Es en esta atmósfera comunicacional de objetivos, preferencias, gustos, deseos e incluso sueños compartidos donde se encuentran las respuestas, se crean las propuestas, encajan las soluciones y surgen los productos y los servicios de Marca.
El proceso es inverso entre uno y otro modelo. El destino, normalmente, también.
Eso sí, hay que reconocer que el paso de uno a otro modelo es costoso, sobre todo si implica romper con la falsa tranquilidad y seguridad que otorga seguir como siempre, seguir centrados en el producto, los procesos productivos y tecnológicos, seguir sin abrirse a la innovación. Porque, ¿acaso el concepto innovación es únicamente aplicable a productos y tecnologías? ¿No se asumen riesgos a veces incluso mayores cuando la apuesta pasa por incorporar una nueva tecnología? ¿Entonces? ¿Innovamos en estrategia y creatividad de Marca? ¿Sí?

Un buen amigo y colega (saludos) me envió un correo electrónico con la pregunta que da título a este post. Mi amigo tenía sus propias respuestas y me invitaba a brindarle las mías para sumar más argumentos para rebatir los recortes presupuestarios que muchas empresas están aplicando –o se intuye que aplicarán- en las áreas de marketing, publicidad, promoción y resto de especialidades que tienen que ver con la Comunicación.
Estas empresas que preocupan a mi estimado colega recurren a la situación económica actual para justificar su decisión. Ya saben: la crisis, la desaceleración, el enfriamiento económico, las malas ventas, las peores previsiones, el gran cataclismo que se avecina, el gobierno, la competencia… En definitiva, realidades, oportunismos, sensaciones, miedos, creencias, faltas éticas o de todo un poco.
La cuestión es que después de un repertorio de respuestas que mí amigo sabrá valorar como útiles o no para sus fines, llegué a la conclusión que la pregunta debería plantearse a la inversa: ¿por qué las empresas no han de comunicar en tiempos de crisis? O dicho de otro modo, ¿por qué deberían dejar de hacerlo cuando es más difícil vender si el principal objetivo de la Comunicación es, precisamente, “vender”? Paradójico.
Es posible que formulándonos la pregunta desde esta perspectiva lleguemos a conclusiones distintas, más reales y sobre todo objetivas, que permitan una toma de decisiones menos superficial, más estratégica y ante todo eficaz para los intereses del medio y largo plazo de las compañías. Porque, es curioso, en cursos y masters todos hemos aprendido que en época de vacas flacas la inversión en Comunicación debe mantenerse y sin embargo la mayoría de decisiones que adoptan las organizaciones, es decir, las que toman los asistentes a estos carísimos cursos y masters, son contrarias a la teoría académica.
Le invito a reflexionar sobre la pregunta: “¿por qué no vamos a seguir comunicando en época de crisis?”. Si encuentra algún “porque” háganoslo saber al resto de lectores de este blog. Si no lo encuentra, no se preocupe y siga invirtiendo en construcción de marca, posicionamiento, diferenciación, apoyo comercial, cuota de mercado… En definitiva, en el presente y el futuro de su organización. Aunque eso sí, en estos momentos “raros” es imprescindible que cada euro invertido lo sea en Comunicación eficaz y rentable, dejando para épocas de vacas gordas la creatividad más creativa y la diversión más divertida.
¿O no?

Ferran Martínez –leyenda del baloncesto español transformado en flamante ejecutivo del Banco Sabadell Sports and Entertainmen- dice en Expansión que hay gente con ganas y carácter emprendedor que sueña con nuevos modelos para diferenciar y hacer más competitivas a las organizaciones, recurriendo para ello a la creatividad. Afirma, sobrado de razón, que estos raros personajes son conscientes de que chocarán con el escollo burocrático, las inercias y –añado yo- el miedo al cambio o a la inseguridad que éste provoca, a la pérdida de protagonismo o poder, o simplemente a la falsa creencia de que todo está hecho y además bien hecho, como si nada alrededor se moviera o evolucionara.
Como el corto plazo lo abarca todo, resulta complicado –efectivamente, Ferran- “convencer a quien tiene la presión de tener que presentar beneficios al mes siguiente, sin tiempo de pensar en el futuro de la organización”, aunque es posible que ese corto plazo sea también la excusa recurrente para quienes ven en el pensamiento estratégico una ciénaga amenazadora en lugar de una posibilidad de liderazgo visionario que en su proceso lógico –raro, descontrolado y falto de rigor para quienes “no ven”- se transformará en un camino real y tangible para escalar posiciones en el mercado.
Las Marcas y las organizaciones de futuro deben huir de una visión simplista, excesivamente racional y concéntrica (producto, tecnología, calidad, servicio, nosotros, nosotros, nosotros) y desarrollar la habilidad de la excentricidad, entendiéndola como la creación de un centro diferente, fuera del común, que además tiene posibilidades de ser único y exclusivo, diferente.
¿Dónde está el pensamiento estratégico y visionario? “Toda gran idea nace de un soñador que en su momento fue un iluso o un iluminado que creyó en su proyecto”, y apunta también, Ferran: de adelantados o incomprendidos, de arrinconados y relegados, de insultados y menospreciados. Sí, es cierto lo que dices, “Escasea el pensamiento estratégico” y sobra el pensamiento autocomplaciente.

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Muchas marcas y empresas se están posicionando en el mercado como garantes e impulsoras del compromiso social y medioambiental. ¿Moda? ¿Oportunismo? ¿Desvergüenza?
Las nuevas conversaciones que intentan mantener con el mercado van de eso, de que son mejores, de que comparten los objetivos comunes y globales, que cuidan el medioambiente, que escuchan, que aceptan el reto de avanzar pensando en un futuro mejor para todos…
La credibilidad de estas historias, y por extensión de quienes se expresan a través de ellas, dependerá no de lo que se diga sino de lo que se haga. De ser y hacer en lugar de sólo decir. Y esto es territorio exclusivo de los humanos, de su forma de pensar y decidir en base a su consciencia. Por eso, cuando una marca y su posicionamiento son impulsados por sentimientos honestos e ideas puras sobre la única premisa de que el objetivo es superior y vale la pena, muchos son los corazones que establecen la conexión invisible para crear los vínculos intensos que generan valor y preferencia, relación. Con la percepción de realidad y sinceridad son posibles las conversaciones también reales y sinceras, aquellas en las que se comparten cosas tan profundas, potentes y fuertes como la visión del mundo, la filosofía de vida, los principios que deberían respetarse y los objetivos sociales y medioambientales locales y globales. Vínculos íntimos a través de la conexión emocional y, en este caso, también racional (porque el mercado, que son personas, analiza, reflexiona y piensa).
Cuando el posicionamiento y el mensaje se alinean hacia valores universales de este calibre debemos abordar su desarrollo desde una perspectiva estratégica, integral y coherente y no sólo como una temática de comunicación que, en el mejor de los casos, proyectará una imagen poco creíble de nuestra marca.
O no.


La mayoría de personas creen conocer las razones conscientes que motivan sus decisiones, pero hoy los neurólogos sugieren que en última instancia es una emoción la que inclina la balanza, argumentando que sólo con la razón seríamos incapaces de decidir nada a causa de la complejidad casi infinita que supone evaluar correctamente una cuestión (todo es positivo o negativo, según).
La ciencia, a priori tan racional, ha demostrado que las decisiones –todas las decisiones- son emocionales. De ello se hace eco Eduard Punset en su libro “Viaje a la felicidad”, cuando comenta las conclusiones de un estudio realizado por de Dylan Evans, científico de la universidad Bristol. Según Evans, en el proceso de toma de decisiones todo empieza y acaba impulsado por una emoción. Entre ambos extremos se produce una fase de cálculo racional que pondera toda la información disponible en busca de la mejor opción. En esta etapa, lenta y tediosa, existen tantos argumentos a favor y en contra que la lógica de la razón no acaba de imponerse, momento en el que reaparecen las emociones y gracias a ellas la decisión.
Dicho de otro modo, la ciencia empieza a explicarse porqué despertar sentimientos o acelerar corazones pueden ser incluso más eficaces para desatar acciones, como la del proceso de compra, que hablar simplemente del producto y sus beneficios…
¿…O no?

Así lo ha decidido y se ha empeñado en conseguirlo a toda costa, te guste o no. ¿Aún no has recibido la llamada semanal de sus operadoras de telemarketing? ¿Has mirado en el buzón si te ha llegado el mailing de hoy con la oferta de créditos baratísimos? ¿Tienes en el correo electrónico la nueva fecha límite para contratar sus servicios? ¿Has hecho la cola pertinente en el cajero, después de pasar por el control de seguridad de acceso? ¿Has visto algún empleado sonriente como en los anuncios de televisión?
Una vez más, promesas incumplidas. Una simple, brillante e inteligente estrategia para un nuevo posicionamiento que en realidad queda en insignificante palabrería. Ni la acción ni la comunicación respiran sensibilidad, proximidad, comprensión, amabilidad… Visto lo visto, el eslogan está por terminar: “Queremos ser tu banco… ¡porque sí y aunque no quieras!.
Un buen ejemplo de incoherencia entre la estrategia de posicionamiento, el propósito de marca y la ejecución que debe hacerlas tangibles y reales.
Igual es mejor hacer fresh banking.